martes, 25 de agosto de 2009

La función del boceto

Elaborar una buena pieza de comunicación visual implica planificar cuidadosamente la colocación de imágenes y palabras en una obra para que su contenido sea comprendido claramente.
Con la llegada de los ordenadores personales a la practica profesional del diseño gráfico la labor de "colocar" se simplificó, substituyendo gran parte del trabajo manual por operación especializada de programas de cómputo, cambiando para siempre los modos tradicionales de pensar y hacer el diseño.
Hoy día por ejemplo, resulta muy tentador poner elementos en un documento nuevo de Illustrator, Photoshop o Autocad probando composiciones que no requieren mucho esfuerzo al dibujarse, o bien elegir de una infinita variedad de fuentes para escribir textos con la ayuda del programa. Sin embargo actuar de esa manera resulta contraproducente cuando no hemos definido nuestras intenciones, porque se cae fácilmente en el lugar común, originado creaciones de aspecto mecánico y vulgar.
Antes de proceder en la máquina, lo mejor es contar con un "mapa" para saber a donde vamos a llegar y por donde vamos a irnos, es decir, debemos preparar un boceto que nos ayude a lograr un diseño correctamente madurado.
Mediante un boceto se pueden tomar decisiones que eviten la ansiedad de visualizar resultados inmediatos en la pantalla, aterrizando las ideas mientras se proponen opciones de configuración que pueden cambiar hasta encontrar la solución ideal.
Los bocetos pueden ser esquemáticos, pero en todo caso deben ofrecer suficiente información para describir las formas con detalle y calidad, pensando en que frecuentemente se utilizan también para convencer a un cliente, seduciéndolo con el anticipo de una presentación impecable del producto final.
Otra utilidad de este instrumento, consiste en permitir un manejo cómodo de la composición en un tamaño pequeño que puede ser ampliado posteriormente, como en el caso de las proyecciones para formatos murales.
No es necesario poseer una gran destreza como dibujante para realizar estas representaciones preliminares, pero si se debe tomar en cuenta que normalmente hay que compartirlas con personas con las que quizá no tendremos contacto físico, por tanto los bocetos deben explicarse a si mismos, si los acompañamos de innecesarias notas aclaratorias en realidad les estamos restando poder de comunicación.
Es bien sabido que muchos bocetos suelen conservarse por su belleza intrínseca, hasta nuestros días han llegado las manifestaciones embrionarias de obras maestras que se concibieron a través del método de la prueba y el error.
Basta con mencionar los numerosos dibujos de Leonardo da Vinci, algunos convertidos en hermosas pinturas, objetos y máquinas, otros más que quedaron solo para documentar visiones que nunca se llevaron a cabo.
Un anteproyecto nunca representa una perdida de tiempo, cuando orienta las acciones del diseñador y previene las posibles complicaciones, aclarando las dudas que surgen durante la ejecución, manteniéndonos concentrados en un objetivo preestablecido. De hecho no hay mejor manera de ahorrar tiempo cuando diseñamos, que trazar un plan concreto desde el principio.
No importa de que clase de pieza de comunicación visual estemos hablando, desde una ilustración sencilla hasta un elaborado sistema multimedia, la concepción comunicacional siempre amerita el acto reflexivo del boceto. Una idea debe materializarse primordialmente con la mano, puesto que este es el conducto natural de nuestra imaginación antes de que la convirtamos en un artículo funcional, plasmándola ya sea en papel o en el más novedoso soporte tecnológico.

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